UNA NAVIDAD DIFERENTE

Vivimos en una parte del mundo llamado “occidental y cristiano”, que de occidental tiene mucho, pero de cristiano sólo algunas costumbres y tradiciones, como la celebración de la Navidad. Le propongo, estimado lector, que esta Navidad la celebre de un modo diferente de la manera que lo viene haciendo, tal vez, desde hace mucho tiempo.

Quizá Ud. pertenece al grupo de personas que aprovecha la Navidad para reunirse con sus familiares y amigos para estrechar vínculos afectivos, zanjando diferencias o enojos y restablecer la paz y armonía. Permítame que lo felicite por sus buenos y nobles sentimientos. ¡Oh! Si muchos fueran como Ud., sin duda, tendríamos un mundo mejor. Pero ¿por qué esperar hasta Navidad para emprender tan buena acción? La Navidad puede ser una fecha muy tardía. La Palabra de Dios dice: “…no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

O tal vez, Ud. es de aquellos que están atados a formalismos o tradiciones ancestrales cuyo cumplimiento pareciera acallar las consciencias. En el tiempo del profeta Isaías, el Pueblo de Israel era recriminado por Dios de esta manera: “…vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas.” (Isaías 1:14). Por tanto, conviene recordar que tales formalismos y tradiciones son, la mayor parte de las veces, meros ritualismos carentes de valores trascendentes y, como consecuencia, vacíos y por si fuera poco son agravios que se confieren a Dios. ¡Aléjese de ellos!

Pero hay otro grupo de personas con las cuales, Ud. tal vez se podría identificar; y son aquellas que aprovechan esta fiesta para comer y beber. Es verdad que no siempre es posible regalarse con ciertas exquisiteces que halagan el paladar. Sin embargo, pareciera ser que la única fecha propicia fuera la Navidad. Pensamos que, realizándolo con moderación y templanza, no estaría mal, pero no lo haga en Navidad, ésta tiene que ver con el Reino de Dios, y las Sagradas Escrituras nos dicen: “Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).

En esta clasificación de las personas, deseamos agregar un último grupo, en el cual quizá Ud. está enrolado. Son aquellos que emplean la Navidad haciendo cosas intrascendentes que podrían efectuar cualquier día del año. ¡Hay tantos feriados! Por qué no usar uno de ellos en lugar de Navidad.

Y ahora sin perturbaciones, ocupaciones o compromisos, lo invito a que piense en una Navidad diferente. ¿Qué es una Navidad diferente? Es la Navidad Bíblica. Porque lo que ha estado celebrando es una Navidad, que de tal, sólo tiene el nombre. Porque si lee el relato del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en los Evangelios, se dará cuenta qué distancia hay entre la Navidad que celebra el mundo y la Navidad Bíblica.

La Navidad es mucho más que la recordación del nacimiento del Señor Jesucristo. La Navidad es mucho más que una fiesta religiosa. La Navidad es mucho más que expresar el deseo de “buena voluntad entre los hombres”. La Navidad Bíblica, es el comienzo en la tierra de la obra más sublime de Dios realizada en el Cielo. La Navidad es la manifestación más excelsa del amor de Dios. La Navidad es el milagro más portentoso del Creador. Algunos incrédulos acerca del nacimiento virginal del Señor lo niegan, pensando que es algo imposible de suceder. Sin embargo, este no es el hecho más grande, el milagro mayor, que la Navidad proclama, es que Dios se hizo carne: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…” (Juan 1:14). ¿Cómo fue esto? “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra…” le dijo el ángel a María (Lucas 1:35). ¿Por qué? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito…”. ¿Para qué? “…para que todo aquel que en Él cree, no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16). En aquella Navidad, Dios proveyó a Su Hijo de un cuerpo (cuerpo, alma y espíritu) para que fuera a la Cruz y allí pudiera cargar el pecado de todo el mundo. La Cruz está íntimamente ligada a la Navidad, de tal manera que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que SIN NAVIDAD NO HAY CRUZ. Porque era necesario que el Hijo de Dios se encarnara para que el Padre Eterno pusiera en contacto con Él el pecado de todos nosotros. En la Cruz, Cristo fue clavado para deshacimiento del pecado que condena al hombre a eterna perdición. En la Cruz, Cristo, destruyó por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber al diablo, para que el hombre no esté más sujeto a la servidumbre de vicios y maldades.

Pero también podemos decir que SIN CRUZ NO HAY NAVIDAD. Quizá Ud., hasta ahora, ha estado celebrando una Navidad sin cruz. Y cuando nos referimos a la Cruz no hacemos mención a las tribulaciones o vicisitudes de la vida, ni a los trozos de madera o de metal de esa forma. La Cruz de la cual hablamos, es la de Cristo, que para el hombre significa reconocerse pecador, negarse a sí mismo; es decir, llegar a la conclusión que no es digno por sí de ser salvo y que todo lo que pudiere hacer es insuficiente para lograrlo. La Cruz de Cristo implica, también, confesar con la boca al Señor Jesús y creer en el corazón que Dios le levantó de los muertos.

¡Comprenda, estimado lector, que lo que le propongo es UNA NAVIDAD DIFERENTE!

La Navidad que acostumbraba a celebrar tenía por objeto ocuparse de lo de aquí abajo, quizá bueno pero pasajero, o tal vez no tan bueno. La Navidad diferente trasciende lo terreno.

Y ahora sí. Una vez que haya meditado en la Navidad Bíblica, arrepentido de sus pecados para con Dios y creído en el Señor Jesucristo, como su único y suficiente Salvador; ahora sí: le invito a que haga fiesta y llame a sus familiares y amigos y cuéntele cuan grandes cosas ha hecho Dios con Ud. Qué así sea.

Pastor J. ARTURO POLETTI